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Mayo 68 - Alain Krivine PDF Imprimir Correo

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Al igual que ocurrió con el treinta aniversario de la muerte del Che, el de mayo del 68 también va a disparar un ceremonial mediático que no se puso en marcha durante el vigésimo. Signo de los tiempos, evidentemente, pero también algo más. Y es que la revolución está de nuevo en el aire. Se palpa en el ambiente. La derecha y la izquierda tradicionales parecen agotadas e incapaces de responder a los cambios rapidísimos de nuestra sociedad, una sociedad que excluye a millones de personas. Por eso, el Che y mayo del 68 se vuelven a poner de moda. Por eso, también se están preparando ya todos los enterradores de las grandes causas, decididos a despolitizar lo que fueron los acontecimientos, para recordar sólo lo superficial y reducirlos a una simple revolución cultural de estudiantes privados del poder de consumir.

Hablar hoy del Mayo del 68 francés es, ante todo, recordar la mayor huelga general obrera que haya habido en Francia. Cerca de 10 millones de trabajadores ocupando las fábricas, mientras las banderas rojas ondearon en los tejados durante cerca de tres semanas. La revuelta estudiantil iniciadora del levantamiento tenía las mismas raíces que las que están haciendo hervir en estos momentos las universidades en Japón, Alemania o en México. En cambio, la revuelta obrera francesa era una revuelta a la medida de las ilusiones que el general De Gaulle había sabido suscitar en el mundo del trabajo durante más de diez años. Los decretos promulgados en vísperas del mes de mayo, que ponían en peligro algunos de los derechos adquiridos de la Seguridad Social fueron la mecha que hizo estallar el polvorín. De todas formas, el movimiento obrero no se reconoce en las formas de lucha radicales utilizadas por los estudiantes. Fuerza y limitación del movimiento estudiantil, la unión con los obreros sería espectacular pero irreal. Y cuando el 29 de mayo con la marcha a Alemania del general De Gaulle, se plantee realmente el problema de la toma del poder, los trabajadores se volverán hacia el PCF y hacia los sindicatos, para darse cuenta de que la izquierda reformista no tenía intención alguna de tomar el poder a través de una revuelta popular. Y eso fue el final de la revuelta. Un final perfectamente orquestado por una especie de complicidad De Gaulle-PC, el primero proponiendo elecciones generales capaces de asfixiar en las urnas un movimiento extraparlamentario y el segundo aceptando inmediatamente esta salida de emergencia.

El interés de mayo del 68 radica en haber sido un levantamiento-bisagra entre el movimiento obrero tradicional con sus símbolos, su vocabulario y su cultura (bandera roja, barricadas, ocupación de fábricas) y la aparición de nuevos movimientos sociales que no se limitaban a contestar la explotación, sino los mecanismos de la opresión y de la exclusión. Después de mayo del 68, pero fecundados por él, se van a desarrollar los movimientos feministas, ecologistas y antirracistas. Y en la Francia actual, el movimiento de los indocumentados o de los parados. Desde este punto de vista, hay que reconocer que las grandes movilizaciones y manifestaciones que se produjeron en Francia en el mes de diciembre de 1995 crean lo que hoy se denomina el espíritu del 95, retomando y profundizando la radicalidad y la insolencia del espíritu del 68.

Del mayo del 68, queda en una parte significativa de la opinión pública y de la opinión militante el cuestionamiento de la izquierda tradicional, de sus valores conservadores y de sus comportamientos burocráticos. Queda una extrema izquierda política, fuera del PS y del PCF, pero muy presente en los nuevos movimientos sociales, que acaba de conseguir el éxito electoral. Queda, sobre todo, la idea de que es posible rebelarse, incluso en un país capitalista moderno. Queda la idea de que toda revuelta de masas de larga duración suscita un movimiento de liberación cultural. La historia no se repite jamás, pero el análisis de las debilidades políticas del 68, la ausencia de alternativa política en aquella época y de una fuerza capaz de proponerla, indican el camino a seguir para todos los que deseen que el 68 tenga éxito. La paradoja es que hay más motivos para rebelarse hoy que en el 68, una fecha en la que apenas se conocía el paro. Pero hoy parece más difícil hacerlo. Porque el 68 fracasó políticamente, al igual que las experiencias socialdemócratas o comunistas estalinistas. La pérdida del norte y la pérdida de puntos de referencia pueden conducir la revolución hacia los brazos de los demagogos racistas y fascistas. Es, pues, urgente, retomar su dirección. Treinta años después, lo importante es que se pueda construir una nueva izquierda radical, anticapitalista, feminista y ecologista, capaz de refundar un proyecto de sociedad alternativo al del Dow Jones y al del índice Nikkei.

Alain Krivine, dirigente de la Liga Comunista Revolucionaria (trotskista), fue uno de los líderes del mayo del 68. Ha escrito este artículo para LA REVISTA

Tomado de: http://www.elmundo.es/magazine/num132/textos/fue1.html


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