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DELITO DE OPINIÓN

El Poder de la Palabra Hablada

 

 

William Javier Díaz Ramírez

Educador, libre pensador.

Defensor de Derechos Humanos.

Bogotá, Octubre 15 de 2011.

 

La humanidad desde hace milenios ha luchado incansablemente por la Libertad de Expresión, por la posibilidad de que su opinión sea escuchada y tenida en cuenta. Sin embargo quienes han ostentado el poder han reprimido de múltiples maneras esta ansia de libertad, desde la negación de la palabra como en la antigua Grecia, la Doxa (opinión) solo era permitida en el Ágora (plaza pública) a los Patricios, hasta la privación del idioma, como ocurría en la Edad Media al no permitirse la traducción a lenguas vulgares de muchos escritos, principalmente los escritos sagrados, pues el idioma culto que dominaba el clero era el latín, he ahí la gran transformación que generó Martín Lutero con la traducción de la Biblia a una lengua vulgar y la posterior difusión masiva con la revolución de Gutenberg.

 

El Medioevo, como representación de una de las principales épocas de oscurantismo de la humanidad, viene a nuestra mente a través de grandes piras de libros consumados en el fuego sagrado del índex, condenados también sus autores por los Tribunales de la Santa Inquisición, donde los hombres aprendieron a través del miedo, del dolor y la muerte a retrasar el tiempo, a retroceder la historia, a  borrar la memoria, a contradecir con siglos de anticipación la evolución y allanar el camino de la involución, con la esperanza ingenua de frenar los grandes cambios, que van de la mano de la revolución.

 

Cuando la humanidad perdió el miedo a estos cambios recuperó el tiempo perdido, como lo diría Marcel Proust, donde la condición de fe, ciega las mentes, encadena a los hombres y retrasa la historia, el avance y la transformación de las sociedades se hacen imparables y quienes detentan el poder también modifican sus mecanismos de dominio y de control, el progreso es su consigna y el desarrollo la espada que decapita a todo aquel que se atreve a pensar diferente.  El siglo XVII más conocido en la historia como el Siglo de las Luces permitió a los hombres, como lo diría Kant, valerse de su propio entendimiento, condenar a los curas y a todos los tutores, sin embargo, el cadalso y la guillotina acallaron los cantos majestuosos de la Marsellesa y la Libertad, la Fraternidad y la Igualdad, quedaron sumergidos en el despotismo ilustrado.

 

En Nuestra América aguerrida e insumisa la voz de Moctezuma, Condorcanqui, Jerónimo, La Gaitana y Quintín Lame, son ahogadas en ríos de sangre creados por la espada y por la cruz, que buscan negar para la historia su cosmovisión, que al no ser la misma, suena extraña y demoniaca para quienes desde el dogma buscan imponer su muy pobre comprensión del mundo y de la vida. No obstante, esta sangre fue nutriente para nuestro primer grito de independencia, usurpado por una revolución burguesa que mantiene hasta nuestros días la mordaza en nuestros pueblos y fusila toda opinión distinta o idea de verdadera libertad. Hoy el inmenso poder de la palabra hablada, como lo diría uno de los pocos hombres absueltos por la historia, Fidel Castro Ruz, es usurpado por los mass media que son “fabricantes de opinión”, poseedores de una verdad unidimensional anclada a los poderes del gran capital y alejada años luz de la verdadera opinión, del pensamiento crítico y de la expresión auténtica y alternativa de los pueblos que resisten la lapidaria condición de explotación y humillación, que no olvidan el pasado y son protagonistas de la historia, que comprenden a pesar de la muerte los acertijos engañosos de esa opinión mediática hecha a imagen y semejanza de la más refinada ideología, es decir la muestra descarada de una REALIDAD FALSEADA. 

 

Quienes nos atrevemos hoy y siempre a develar el mundo, bebiendo entre muchos otros de los grandes maestros de la sospecha, Marx, Nietzsche y Freud, como lo diría Paul Ricoeur, y de todos aquellos hombres y mujeres que han sacrificado su vida y su libertad desde el anonimato de la lucha y de la historia, somos víctimas y no victimarios de uno de los delitos que más atenta contra la construcción de una verdadera democracia, el Delito de Opinión, lo que nos convierte en algunos casos en Prisioneros de Conciencia, cuando por suerte no hemos sido alcanzados por la desaparición o la muerte, este hecho nos convierte en Prisioneros Políticos y nos hermana a otros prisioneros políticos como son los Prisioneros de Guerra, quienes buscan hacer escuchar su palabra a través de las armas.

 

L@s colombian@s hoy más que nunca buscamos que la palabra sea un sinónimo de paz y no un sinónimo de guerra, que nuestro derecho a pensar distinto sea garantizado y respetado, que pensar y actuar críticamente no sea un delito y la posibilidad de construir otra Colombia y otros mundos posibles no nos lleve a ser condenados al cadalso o quemados en la hoguera.


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