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Un profesor encarcelado y una biblioteca de carcel - Nadja Drost PDF Imprimir Correo

Un profesor encarcelado y una biblioteca de cárcel
Nadja Drost
Fuente: Globalpost



BOGOTÁ – “Saludos compañeras y compañeros!” dice William Javier Díaz Ramírez,  un profesor de secundaria y defensor de derechos humanos, tratando de proyectar su voz a través de los crujidos. Díaz estaba lanzando su campaña para la Cámara de Representantes vía telefónica – desde una prisión de mediana seguridad al sur de Bogotá.

Díaz se encuentra encarcelado por “rebelión” – un cargo que se refiere a la actividad insurgente en contra del estado – y acusado de ser miembro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Él y sus compañeros denuncian que es un montaje más que cualquier otra cosa parecida a la verdad.

“Soy un prisionero de conciencia. Mi crimen fue pensar y criticar”, dice Díaz, sentado en la biblioteca de la prisión de La Picota. “Yo no tengo alguna otra explicación del por qué estoy encarcelado”.

Él es uno de miles de prisioneros políticos que son civiles acusados de “rebelión” pero quienes, de acuerdo con sus defensores, no pertenece de hecho a grupos insurgentes. Ellos suelen ser líderes sociales, defensores de derechos humanos y campesinos que viven en regiones controladas por la guerrilla, dice Agustín Jiménez, presidente del Comité de Solidaridad con los Presos Políticos, que sigue estos casos.

Mientras que el promedio de asesinatos en Colombia ha decaído bajo la administración de Álvaro Uribe, las detenciones arbitrarias se han disparado un 86 por ciento durante su primer mandato, del 2002 al 2006, de acuerdo con el Comité de Solidaridad. Algunos observadores creen que el aumento es un método alternativo a los asesinatos políticamente motivados.

“Tiene el mismo efecto de matar a los movimientos sociales, pero sin los costos políticos a niveles nacionales e internacionales”, dice Jorge Molano, abogado de Díaz. “El método de represión ha cambiado”.

La naturaleza del caso de Díaz no es raro – largas detenciones y pruebas débiles están afectando más y más a aquellos que toman posiciones políticas impopulares aquí. “Ser acusado en Colombia”, dice Díaz, “es estar en un limbo judicial”.

A pesar de las circunstancias, Díaz está haciendo lo mejor de los confines sombríos de la prisión. Enfrentado a una detención indefinida, el ha montado pequeñas bibliotecas en la prisión, organizado proyecciones de películas y se ha declarado candidato a cargos de elección popular.

Díaz fue arrestado el 14 de Noviembre del 2008, en el colegio de bachillerato donde enseñaba Ciencias Sociales y Filosofía, al sur de Bogotá. Él fue uno de 55 estudiantes y educadores arrestados por “rebelión” como resultado de una investigación sobre infiltración de las FARC en las instituciones académicas. Pero el caso de Díaz parece estar cargado con una flagrante falta de evidencia y letanía de violaciones judiciales.

Díaz, de 39 años, se describe a sí mismo como Socialista. Él ayudó a fundar una red de derechos humanos estudiantil, así como una serie de talleres permanentes en la Universidad Pedagógica Nacional que estudian pensadores de izquierda. Él admite que sus posiciones políticas difieren ampliamente de aquellas del gobierno derechista de Uribe. Pero, dice nunca haberse alineado con grupos armados, o que alguna de estas actividades rayara con lo criminal.

Al parecer la oficina del fiscal general estaba originalmente de acuerdo con estas aseveraciones. La investigación inicial sobre Díaz y otras personas fue ordenada cerrarse debido a que era imposible deducir que ellos tenían nexos con las FARC, dicho por en un reporte de Marzo de 2008  por un fiscal anti terrorismo.

Pero solo un mes antes, los militares habían obtenido una memoria clave perteneciente a las FARC que decía contener una base de datos pertenecientes a sus miembros – Díaz habría estado entre ellos. La policía judicial investigó, y aunque su reporte no menciona a Díaz, este ocasionó su captura.

Desde entonces, poco se ha esclarecido.

Hay más de 2000 páginas en el archivo del fiscal acerca de la investigación masiva sobre rebelión. Tres hacen alusión sobre Díaz – una hoja de Vida asociada a la base de datos de la lista de los miembros de las FARC, sus residencias, miembros de su familia, carreras académicas y entrenamiento en explosivos y artillería.

“Nosotros tenemos serias dudas acerca de la autenticidad de los documentos,” dice Molano, abogado de Díaz. Él reclama que el Fiscal General no ha hecho esfuerzos en corroborar la información de la Hoja de Vida, la cual es la única pieza de evidencia en contra de Díaz.

Las solicitudes de entrevista al fiscal a cargo del caso de Díaz y el encargado de la unidad antiterrorismo fueron rechazadas, aduciendo a vacaciones y el estado abierto del caso, respectivamente.

Molano describe el caso como una burla a la justicia. Él dice que no le fue permitido observar qué evidencias existían en contra de Díaz antes de empezar la audiencia. El único testigo del caso ni siquiera mencionó a Díaz. Molano compara el carácter infundado del caso de Díaz con una cacería de brujas: “Echemos una mano y veamos qué cogemos en el aire”.

“Muchas veces, la evidencia concreta nunca aparece”, dice Jiménez, quien ha visto casos como estos propagarse con testigos falsos, violaciones al debido proceso y encarcelamiento por años sin un juicio.

En Junio, la oficina del Procurador General apeló al fiscal general por la liberación de Díaz y otros catorce implicados, alegando evidencias insuficientes y llamando al cuestionamiento a la investigación. Pero hasta la decisión sobre la apelación, un juicio o una futura sentencia, Díaz está ansioso en no encarcelar su intelecto.

Su mayor desafío fue habérsele negado el acceso a la biblioteca de la prisión durante sus primeros tres meses de encarcelamiento. A través de conversaciones con compañeros de celda en el Patio 2, una sección de la prisión con más de 500 hombres, Díaz dice que “Notó que ellos también querían leer, pero no podían debido a que ellos no tenían acceso a los libros.”

Así que comienza la misión de Díaz de difundir el evangelio de la educación. Justo afuera de la celda junto con otros cuadros, Díaz exhibe la librería del patio: una estantería rellena con más de 600 libros que él ha adquirido, a través de donaciones hechas por visitantes, presos en el sistema penitenciario.  “Son libros que varían desde Cristianismo hasta Economía, Filosofía y literatura”, dice Díaz emocionado. Su prototipo de biblioteca es tan exitoso, que está por replicarlo en el Patio 3, junto con el Patio 4 en poco tiempo.

EL trabajo de Díaz no se detiene ahí. Él dicta clases de literatura y dirige un “Cine-Club”, que consiste en la proyección y discusión de películas donadas que ha programado de forma temática. “Esto,” dice señalando el DVD de Harvey Milk, “hace parte del programa de educación sexual”.

Su ahínco es contagioso, y cuando habla, sus ojos pequeños y brillantes bailan detrás de sus redondas gafas, que las hace aún más serias por su colgante cordón, “Siento que estoy trabajando 26 horas al día. Siempre estoy pensando en esto”, dice él, refiriéndose a sus proyectos.

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